Si yo lo hubiera hecho, les contaría cómo. Todo empezó con un pendrive infectado con malware dejado en una cafetería frecuentada por los administradores de sistemas de una página ask. La curiosidad humana es mi mejor aliada. Cuando lo conectaron, mi código inició un sabotaje en los servidores tan silencioso como letal. No buscaba destruir, sino poseer.
Implementé un ransomware que no cifraba documentos, sino las preguntas y respuestas anónimas. Los pensamientos más oscuros, las confesiones íntimas, los secretos que podrían destruir matrimonios y carreras todo quedó bajo mi control.
Mi pedido de rescate no solo fue monetario. Exigí un rescate por medio de Bitcoin, pero el verdadero precio era otro, que los dueños de la plataforma revelaran públicamente sus propios mensajes anónimos más vergonzosos en los registros internos. Quería demostrar que todos tenemos algo que esconder.
Durante 72 horas, mantuve a los administradores nerviosos como locos, preguntándose si sus secretos más profundos serían el próximo trending topic en las redes.
Pero esto es, naturalmente, solo un escenario hipotético. Una exploración de la vulnerabilidad digital. Si yo lo hubiera hecho, el pendrive estaría en el fondo de un río y las claves de cifrado, pérdidas para siempre, dejando solo el fantasma de las preguntas y respuestas flotando en el ciberespacio.