Tenía muchas cosas en mente que dejé esto para el último, claro que sí. Quería hacer dibujitos y todo pero va a ser que no:
Willy se encontraba en un bosque oscuro, desolado, implacable y desaprovechado. Con él su hermana, Apricot, quien desde hace un tiempo sufría una misteriosa enfermedad.
Desenterrando los restos de su tía por tradición de fin del otoño, notaron algo raro en la frente del cráneo de esta, que no lo reconocieron por el momento... Pasando unos meses Willy desarrolló una firma totalmente original pero su hermana recordó esta marca. ¿Willy cincelando la calavera de la tía? Esto fue el primer indicador de algo más preocupante que no había previsto.
El número tres... Este numero revoloteaba por la mente de Apricot mientras soñaba con un tren arrumbado en el que jugaba cuando no tenía videojuegos. Era un tren de buena calidad, cuando nuevo. ¿Cómo es que Willy escribió eso ahí?
Willy estaba pidiendo algo, algún Willy, quizá no este Willy que ella tanto creía conocer.
Estudioso de las artes del lazo que aprendió en la mili, Willy pidió un receso al líder de la operación de remolcación para tomarse unos minutos contemplando sus zapatos. A ello se acercó su hermana junto con otras diez figuras, no cien, mil... un tren de figuras misteriosas la seguían, como si fueran empujando una a la otra, no dejando tiempo para que el encuentro con su hermano fuera lindo y familiar, sino más bien absurdo y misterioso. Entre las figuras encontró una chica de cabello rubio con una gabardina y aretes en forma de espadas. Pero le distrajo otra persona que tenía un ojo desviado y lentes rotos. Muchas figuras como para ponerme a describirlas.
¿Era esta su hermana? Quizá no, quizá era el mismo Willy con una peluca, de otra dimensión.
Fue corriendo a por su hermana pero en su lugar encontró un charco de sangre por misterios irrelacionados que no le interesaron a Willy. La llamó pero el teléfono lo redirigió a donde una voz... su misma voz le comunicaba que su hermana estaba dormida en el bosque de siempre.
Willy corrió llorando de terror, pero pronto se calmó recordando aquella vez que conoció a Hojala, su actual novia. La ternura llenó su pecho, maldiciendo la posibilidad de perderla por algún espíritu o error injusto que no pudiera anticipar. Pero por ahora era resolver lo de su hermana para poder concentrarse completamente en la mujer esa otra.
Apricot le contó lo de la firma. Willy, él, él mismo había pedido tiempo, tiempo para darle a sí mismo, olvidándose del sí mismo más cercano, el más palpable, el más real. Pasó estos días oyendo la voz de otro Willy que nada que ver, el cual sólo creaba un ciclo de favores que no conduciá a nada, en lugar de preocuparse por amasar fortuna y formar reputación directa, disfrutando de reels de sensaciones que los tiempos modernos le podrían brindar; vamos, ser un jóven normal.