El aire se haría silencio entre nosotros, y mi voz se volvería un susurro. Me quedaría perdido en el reflejo de sus ojos, navegando en el universo que habita su mirada. Le diría, sin palabras, que la curva de su sonrisa es el único paraíso que deseo explorar, y que el río de su cabello es un poema que la naturaleza escribió solo para mi. Y, al final, con la voz del alma, le confesaría: eres lo más sublime que mis ojos han tenido el honor de contemplar. 