Sonrío al instante cuando recuerdo que soy observado por quien nos creó, no desde la superficie de lo visible, sino desde lo más íntimo de nuestra existencia. No me refiero al nivel molecular ni al genérico, sino al origen mismo: el nivel atómico, donde cada partícula "neutrón, electrón" ha sido dispuesta con intención. Más allá de eso, en las esencias aún indefinidas que las componen, en los fragmentos más fundamentales que algunos llaman cuerdas, percibo una mirada que contempla no solo lo que somos, sino lo que aún no comprendemos
Y en ese instante, me invade una alegría serena: la certeza de formar parte de una creación que nace del polvo de estrellas, de un diseño que trasciende nuestra comprensión, pero que nos invita a descubrirlo con curiosidad y asombro. Saberme parte de ese misterio me hace sonreír, porque en medio de lo infinitamente pequeño, hay propósito
