Bajo la luz de una luna nacarada
me quedo despierto y pienso en ti.
Tu ausencia es un frío que no se apaga,
un río que nunca deja de fluir.
El mundo es un reloj de arenas vagas
y yo, un náufrago perdido en su latir.
.
El verano, tan lleno de resplandores,
encendió los cielos con su llamarada.
El calor pintó paisajes en mis sueños,
pero el silencio era el mapa de mi vida.
Cada ola rompía en mi desconsuelo,
y tu risa viajaba donde no había orillas.
.
Cuando el otoño tiñó los paisajes
de un oro manchado por la despedida,
las hojas murmuraron viejos pasajes
de un amor que fue una luz en mi vida.
Cada caída, un eco de lo que fuiste,
un sueño fugaz que el viento despida.
.
En el invierno, la soledad callada
cubrió de escarcha mi pecho vencido.
La nieve cayó como lágrima helada,
bordando de blanco el mundo perdido.
Tu voz se apagó entre fríos cristales,
mi alma dormía entre sueños fractales.
.
Y en la llegada de la primavera,
el amor te fue nuevamente prometido.
Pero por supuesto que ya nunca lo sabrás.
Y si el tiempo pudiese fluir hacia atrás,
yo te envolvería en mis brazos
y te haría prisionera eterna de ese instante.