La gente subestima lo que puede lograr una mujer en un cibercafé. Especialmente cuando ese cibercafé es donde los dueños de esas páginas "Ask" de moda van a relajarse.
Si yo lo hubiera hecho, sería así. Me sentaría en una computadora fuera de la vista del administrador del cibercafé. Luego insertaría un adaptador discreto en el puerto del teclado de mi equipo indetectable a la vista, que en realidad es un capturador de teclas. Luego al rato me iría del cibercafé.
No habría sabotaje en el cibercafé. Eso llamaría la atención. Solo una captura de contraseñas limpia y silenciosa. Esperaría días, incluso semanas, luego volvería al cibercafé, insertaría un disco duro portátil y bajaría todos los datos, recogería el dispositivo capturador de teclas y me regresaría a mi casa.
Con las contraseñas de las páginas ask en mis manos secuestraría sus servidores, no para borrar, sino para cifrar sus preciados datos esos que contienen las preguntas y respuestas más vergonzosas de sus usuarios en una criptográfica inexpugnable.
Entonces llegaría mi pedido de rescate por medio de Bitcoin. El mensaje, enviado directamente a sus dispositivos personales, sería claro: "Paguen, o la próxima filtración de datos será de los secretos más oscuros que la gente les ha confiado. Ustedes serán los responsables".
El miedo no sería al simple robo, sino a la catástrofe social que provocarían. La elección sería imposible, arruinarse financieramente o cargar con la destrucción de miles de vidas.
Pero, por supuesto, esto es solo un escenario ficticio. Si yo lo hubiera hecho, el capturador de teclas estaría en el fondo de un basurero y los Bitcoins, perdidos en la red. Solo quedaría el terror puro en los ojos de quienes creyeron que sus secretos estaban seguros.